Las relaciones padres-adolescentes
Uno de los tópicos que suscitan más interés entre investigadores y profesionales de la psicología, probablemente porque uno de los mitos asociados a la imagen negativa sobre esta etapa se refiere al deterioro del clima familiar a partir de la llegada de la pubertad. La concepción Storm and Stress que presenta a los adolescentes como indisciplinados, conflictivos y enfrentados a los valores de los adultos continúa teniendo vigencia en la actualidad entre la población general, como lo demuestran algunos trabajos centrados en el estudio de las ideas y estereotipos sobre la adolescencia (Buchanan y Holmbeck, 1998; Casco y Oliva, 2005).
En la actualidad, la mayor presencia de los medios de comunicación contribuye al fortalecimiento de esta imagen dramática y a la estigmatización de la adolescencia mediante la difusión de noticias sensacionalistas sobre el consumo de drogas, la delincuencia juvenil o la violencia escolar.
Aunque este periodo de adolescencia se relaciona con una mayor conflictividad, hay que destacar que las relaciones padres-adolescentes en la mayoría de las familias siguen siendo afectuosas y estrechas. Sólo un bajo porcentaje de los conflictos alcanzarán grandes intensidades, además, los adolescentes más conflictivos son los que han pasado por una niñez difícil, siendo solo un 5% los casos en los que familias con un clima positivo durante la infancia de los niños van a experimentar serios problemas en la adolescencia (Steinberg, 2001).
Siempre se ha señalado la importancia del papel del enfrentamiento con los padres para el proceso de individualización, sin embargo, actualmente hay cierto consenso en considerar que aunque el conflicto es un camino para la individualización, no es el único posible (Steinberg y Silk, 2002).
La familia es un sistema dinámico sometido a procesos de transformación, por lo que la interacción padres-hijos deberá acomodarse a las importantes transformaciones que experimentan los adolescentes, pasando desde una marcada jerarquización más propia de la niñez a una mayor igualdad y equilibrio de poder que caracterizan estas relaciones durante la adolescencia tardía y la adultez emergente. Como se observa en algunos estudios que han aplicado los principios de la Dinámica de Sistemas al análisis de los cambios en la familia (Granic, Dishion y Hollenstein, 2003), durante la infancia, las interacciones entre padres e hijos sirven para construir un estilo interactivo en las díadas padre-hijo/a y madre-hijo/a, pero a partir de la pubertad, los cambios intrapersonales en padres e hijos suponen una perturbación del sistema familiar, que se vuelve inestable, dándose situaciones tanto de discusiones y enfrentamientos como de armonía y expresión de afectos positivos. Incluso en familias cuyas relaciones se caracterizaban por la comunicación, el apoyo y el afecto, se inician a observar situaciones de hostilidad y conflicto (Holmbeck y Hill, 1991; Paikoff y Brooks-Gunn, 1991).
Tras estos desequilibrios iniciales, el sistema se va estabilizando progresivamente, apareciendo un nuevo patrón relacional que gozará de cierta estabilidad y que estará sujeto al clima existente previo al comienzo de las perturbaciones. De hecho, podemos afirmar que desde la infancia hasta el final de la adolescencia hay una continuidad en las relaciones parento-filiales, continuidad que podemos ver en algunos estudios longitudinales que muestran cómo se mantiene la posición relativa de una variable determinada a pesar de los cambios en las puntuaciones. Por ejemplo, en un estudio de Oliva (2006) observamos que aunque el control conductual disminuye entre la adolescencia inicial y la tardía, la correlación entre el control medido en ambos momentos fue alta, lo que indica estabilidad. Por tanto, los adolescentes que percibían más control al principio de la adolescencia, continuaban sintiéndose más controlados al final.
Causas de la perturbación de las relaciones entre padres y adolescentes
A pesar de que es el patrón de interacciones el que se modifica durante la adolescencia, son los cambios en el adolescente y los padres los que provocan la transformación. A continuación, pasamos a exponer los cambios más significativos.
1) Los cambios hormonales de la pubertad: suelen tener consecuencias sobre estados emocionales del sujeto y repercuten de forma negativa en sus relaciones (Brokks-Gunn, Graber y Paikoff, 1994). Asimismo, se produce un aumento del deseo y la actividad sexual, cosa que puede hacer que los padres se muestren más restrictivos y controladores con las salidas y amistades del chico o chicha, sobre todo si es chica.
2) Cambios a nivel cognitivo: son consecuencia del desarrollo del pensamiento operatorio formal, que hace que los adolescentes se muestren más críticos con las normas y regulaciones familiares y a desafiar la autoridad parental (Smetana, 2005). Igualmente, podrán presentar argumentos más sólidos en las discusiones, haciendo que los padres se irriten y pierdan el control. Además, ocurre una desidealización de los padres, de forma que pasen de ser una figura perfecta como ha sido durante la infancia, a una imagen mucho más realista.
3) Aumento del tiempo pasado con el grupo de iguales (Larson y Richards, 1994): esto permite al adolescente una mayor experiencia en relaciones igualitarias con toma de decisiones compartidas, lo que hace que desee una relación igual en su familia, cosa que no siempre será aceptado por los padres, que se resisten a perder la autoridad (Collins, 1997; Smetana 1995).
4) Transformaciones de los padres: no todos los cambios producidos en esta época son de los adolescentes, los padres también los sufren. La etapa de la pubertad suele coincidir con la etapa de los 40-45 años de los padres, periodo que se denomina "crisis de la mitad de la vida" y es considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos (Levinson, 1978), lo que supone una dificultad añadida a las relaciones entre padres y adolescentes.
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