Vivimos actualmente en un momento de la historia complicado debido a las grandes transformaciones que acontecen en nuestra sociedad, y la familia no es ajeno a esto. Sin embargo, estas grandes transformaciones de las que hablamos que obviamente también afectan a la familia, no han hecho que pierda peso para los jóvenes ni en el ámbito de la educación, al contrario en mi opinión, ahora es más importante que nunca la educación en la familia, ya que esta nos prepara para la vida que tenemos por delante.
Javier Elzo, define el objetivo central de la educación desde la familia en nuestra sociedad, abierta y competitiva como nunca, como: actuar para que nuestros hijos sea psicológicamente equilibrados, social y culturalmente insertados, éticamente responsables, con capacidad de construir su futuro, dueños de sus vidas, actores y no meros espectadores, agentes activos y constructores de su destino.
Todo esto hace que tengamos que dar más importancia a la transmisión a nuestros hijos de algunos valores frente a otros para hacer a nuestros hijos más aptos y felices en el mundo de hoy. Javier Elzo dice que es difícil resumir de forma universal cuáles deben ser los valores fundamentales que debemos transmitir en la educación de nuestros hijos. Este autor sugeriría estos 7:
1) La competencia personal
El principal legado que los padres quieren dejar a sus hijos es que sean autónomos y competentes. Autónomos para que puedan por sí solos hacerse un camino en la vida, y competentes para que sean capaces superar las dificultades que le vengan. Además, la sociedad cada vez es más compleja y se encuentra en una transformación continua, lo que hace que se viva en un tiempo de incertidumbre con muchas preguntas a las que no hay respuestas. Por lo que en una sociedad como esta, solo las personas que tienen unas ideas propias, especiales e intransferibles podrán salir adelante.
Pero lo primero para "formar" una persona competente es lograr una estructura psicológica armónica y luego tener las capacidades intelectuales que le permitan entenderse y orientarse en el mundo, por lo que de ahí la importancia de nacer y crecer en una familia bien asentada e interesada en la educación de sus hijos.
Cabe destacar también la mayor importancia actualmente de la competencia personal y profesional. Ahora una persona competente es aquella que controla herramientas informáticas, tiene conocimientos de idiomas, etc., y no tener conocimientos en estos campos te lleva a ser ciudadano de "segunda clase", llegando incluso por esto a comprar más caro lo mismo que una persona con conocimientos de informática y de cómo buscar y comprar por Internet.
2) La racionalidad
Javier Elzo mantiene que hay que introducir la racionalidad en la vida cotidiana. Necesitamos que se incremente el diálogo, entendiendo por este la confrontación racional, no la mera exposición de las opiniones por las diferentes partes. En cuanto a las emociones, estas se han infravalorado durante algunas generaciones, manteniendo que sólo lo científico valía, sin embargo hoy estamos en el lado opuesto, donde la emoción, las sensaciones y la apetencia en un instante es el último criterio de comportamiento. Como dijo Pascal: "el corazón tiene razones que la razón no entiende", por lo que hay que tener en cuenta tanto al corazón como a la razón.
Es por eso que los padres han de fomentar una inteligencia integradora de la razón abstracta y los sentidos y sentimientos. Este mundo complejo en el que vivimos hace que una realidad pueda tener lecturas diferentes, como la decisión de los padres de qué priorizar en la educación de los hijos, si aprendizaje de conocimientos y habilidades o la educación de cosas más intangibles como una afición artística.
Además, en los tiempos actuales se están produciendo unos cambios y
transformaciones en la sociedad que hacen difícil diferenciar lo esencial de lo
accesorio. El bosque no nos permite ver lo árboles, y tres hechos centrales están
marcando el paso de la sociedad moderna a la pos-moderna en el mundo occidental: la revolución tecnológica, la globalización y la inserción sociolaboral de la
mujer. Lo que nos ha traído unos cambios acelerados a nuestra vida que podremos afrontar
asumiendo su complejidad. Para lo que la racionalidad es imprescindible.
3) El dinero como valor y el valor del dinero
Encontramos dos actitudes básicas ante el dinero. La primera, “El dinero como valor”: entre las prioridades de la vida estaría el dinero, la posesión de la mayor cantidad posible. La segunda “El valor del dinero”: se sabe lo que cuesta ganarlo y el esfuerzo que hay que invertir para obtenerlo. Ambos aspectos no se contraponen necesariamente, pero generalmente los adolescentes y los jóvenes anteponen la consideración del dinero como algo importante al valor del esfuerzo para conseguirlo.
El dinero no es lo más importante para los jóvenes, antes encontramos la familia, la salud y los amigos, pero porque disponen de dinero suficiente. Los jóvenes entre 15 y 24 años en 2005 tenían una media de 40 euros a la semana independientemente de la clase social. Es importante decir también que los que más dinero tienen llegan más tarde a casa y consumen más droga.
En la sociedad del futuro (abierta, impredecible y con trabajos inestables) la gestión del dinero y patrimonio sera esencial y nuestras familias apenas abordan este tema. Aquí tenemos algunos elementos de reflexión:
- Hay que hablar con normalidad de la dimensión económica con los jóvenes y que sepan el esfuerzo de pagarse unas vacaciones, una bicicleta, etc.
- No hay que darles demasiado dinero y enseñarles a administrarlo, muy recomendable dar una paga mensual.
- A la hora de la emancipación, ayudarles económicamente al principio.
- Desechar la idea de no trabajar a no ser que hablemos de un trabajo estable y definitivo. Hay que modificar la secuencia: estudiar, obtener título y trabajar.
- Si se trabaja desde joven a cambio de remuneración aprenden el valor de este.
- Que no se diga que no hay trabajo. Cualquiera puede echar algunas horas los fines de semana en bares u otros trabajos temporales para sacarse algo de dinero, otra cosa es el trabajo estable y más o menos definitivo.
4) Tolerancia y permisividad familiar
Bajo el término tolerancia a veces encontramos permisividad y dejación de responsabilidades. Muchos jóvenes no han recibido una educación que les prepare psicológicamente para afrontar la sociedad en la que les ha tocado vivir, y es que muchos han crecido en una infancia sobreprotegida y con muchos más recursos materiales que generaciones anteriores, a la vez que nadie les ha educado en la importancia del sacrificio para el logro de objetivos.
Hemos creado una sociedad de derechos sin el correspondiente correlato de deberes exigiendo mucho a los demás, especialmente a la administración, lo que lleva al estrangulamiento de la sociedad. Para cambiar esto, los padres son insustituibles.
La sociedad actual es muy individualista. Y aunque el término solidaridad está muy de moda, en la práctica prima el individualismo, que es un valor básico de nuestra sociedad, cosa que tiene dos caras. La cara positiva es la voluntad de adoptar planteamientos propios, autónomos e ilustrados por la razón y el conocimiento de las cosas. La cara negativa sería pensar yo puedo hacer lo que quiera con tal de respetar la ley, cosa que puede convertirse en no respeto si hay previsión de no ser pillado en la infracción.
5) La necesaria intolerancia y la autoridad responsable
La tolerancia es uno de los valores faro que
deslumbra en lugar de alumbrar. Ese deslumbramiento oculta la realidad, en las
relaciones próximas, la familia, escuela, etc. Tenemos que diferenciar entre tolerancia activa y tolerancia
pasiva, sin olvidar la intolerancia necesaria. La tolerancia activa es el respeto a la diferencia y a los proyectos del otro, saber ponerse en la posición del otro. En cambio la tolerancia pasiva se refiere a la indiferencia, indulgencia y condescendencia con algo o alguien que en el fondo no se acepta pero se tolera, preferentemente lejos.
La permisividad en el ámbito privado y la tolerancia pasiva en público, impiden que aflore la tolerancia activa en ambos. Y es que la autoridad tiene mala prensa, pero no hay sociedad equilibrada sin autoridad. El autoritarismo es malo, pero la permisividad es peor. Además, podemos impedir también que aflore la necesaria intolerancia ante determinados comportamientos e ideas. Hay que ser intolerantes ante diversas situaciones como la exclusión social por raza o etnia entre otras cosas, a condición del respeto de los derechos humanos y la ley.
Hay que ser intolerantes ante la permisividad en
muchos hogares, la indisciplina reiterada en centros docentes, ante
manifestaciones violentas de los jóvenes, etc. La intolerancia ante determinadas situaciones es
la condición para que no aflore el desentendimiento, la inhibición y la
indiferencia por los demás, incluso los más cercanos como nuestros hijos,
porque la tolerancia habría perdido su dimensión moral y cívica, convirtiéndose
en la indiferencia del “sálvese quien pueda”.
6) De los valores finalistas a los instrumentales (de los buenos deseos al comportamiento prometido)
Podemos decir que el rasgo central de muchos jóvenes es la implicación distanciada respecto de los problemas y de las causas que dicen defender, incluso en temas en que son pioneros como el ecologismo, que para la mayoría no es una prioridad vital. El uso que se le dé al tiempo libre y al dinero de su bolsillo son los dos mejores indicadores de los valores de las personas. La falla existente en muchos jóvenes entre valores finalistas
e instrumentales pone al descubierto la contradicción de muchos jóvenes para
mantener un discurso y una práctica con coherencia y continuidad temporal donde
la utilidad no sea inmediatamente percibida. Aquí la educación en derechos sin
el correlato de los deberes y responsabilidades ha hecho estragos.
Pero la familia puede hacer algo. Esta tiene una mayor importancia de la
educación en valores instrumentales que la escuela. Esto lo puede hacer mediante la adquisición
de hábitos de disciplina, de abnegación (no por mucho llorar se obtiene a la
primera lo que quieres), control de los deseos, respeto a la autoridad, la
conciencia de que hay límites para todo y la necesidad de cooperar en la marcha
cotidiana de la casa entre otras cosas. La educación en valores instrumentales es tan
importante como la educación en valores finalistas.
7) La utopía por una sociedad mejor
Javier Elzo entiende este último valor como la coronación, consecuencia y síntesis de los anteriores. Además mantiene que tenemos derecho a la utopía, procurando esquivar el escollo de la quimera. La utopía es lo plausible, lo racionalmente pensable teniendo en cuenta los condicionamientos con los que tenemos que vivir. La quimera en cambio, es un cuento de hadas con el que la sociedad sueña, un paraíso inexistente.
Vivimos unos tiempos en los que faltan utopías, en parte porque lo entendíamos por quimeras. Según la sociología europea de los valores, hay tres órdenes de valores por unanimidad en el mundo occidental:
- Respeto a los derechos fundamentales de la persona.
- Resolución de los conflictos por vías estrictamente pacíficas con rechazo a la violencia no sustentada en el estado de derecho.
- Búsqueda activa de un acuerdo con el mundo animal y con el medio ambiental.
Es muy importancia fomentar la inteligencia
anticipativa. Ante la revolución tecnológica hay dos errores: el primero es cerrarse a la
innovación tecnológica (cualquier tiempo pasado fue mejor), y el segundo es aceptar, sin
más, que toda innovación es una ventaja.El primero puede ser producto de la pereza, comodidad o edad, pero
también es una actitud. Y el segundo corre el riesgo de preferir el continente al contenido,
la novedad tecnológica a su utilidad real. Realmente asusta ver a algunos que entregan trabajos
bien montados después de haber copiado y pegado todo, incluso con gráficos y sin saber lo que han firmado.
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